En el concepto de Turismo Lento subyace la lentitud y la desaceleración del tiempo, cuando todo tiende al vértigo y la aceleración. Pero la lentitud que encarna es exactamente lo contrario del aburrimiento. En realidad, pretende ser una alternativa a las prisas de los viajes masivos, que son monótonos y falsamente emocionantes.

El Turismo Lento es sin duda deudor del movimiento Slow Food, nacido en Italia y ahora firmemente arraigado en todas partes. Exige una larga estancia, contemplación, sincronización de los sentidos, una amplia curiosidad por la variedad de geografías, paisajes, patrimonio, productos y formas de vida. Es una negación del viaje como puro entretenimiento que se agota en sí mismo y aporta poco o nada relevante. Como el hambre que deja la mala comida producida exactamente con ese fin.

Y cuando hablamos de Turismo Slow, hablamos de sostenibilidad. Preservar la diversidad y riqueza del mundo, modos de vida que parecen anacrónicos pero quizá no lo sean tanto, espacios naturales, productos amenazados de extinción sin nada que lo justifique, conocimientos y expresiones culturales que rechazan la nefasta estandarización que estrecha horizontes y percepciones. Viajar es ver más allá de tus ojos, sentir latir tu corazón y desbordarse tu espíritu.

Y eso es lo que te ofrecemos en las Tierras Altas del Miño, donde hay mucho que experimentar. Intensamente. En primer lugar, la naturaleza exuberante que te invita a diluirte y sumergirte en los sentidos. Pueblos remotos y paisajes sobrecogedores. Un rico patrimonio histórico. Productos excepcionales, no más que en otros lugares, pero distintivos porque son la expresión genuina de la cultura de esta región. Hay todo esto y mucho más.  Para venir, descubrir, experimentar, irte y querer volver.