El nombre de Monção e Melgaço consolida la relación de vecindad entre estos dos municipios del extremo noroeste de Portugal. E como bien sabemos nosotrosel municipio es mucho más que una simple división administrativa, es un poderoso elemento de identidad que a la vez une y separa a las personas.
En este caso, esta simbiosis de territorios con características tan similares como complementarias, impulsada por el factor vino, es más que pertinente. Este formato permite destacar y potenciar las especificidades geográficas, geológicas, climáticas, culturales e históricas que caracterizan esta parte del valle del río Miño. El resultado es un terroir único, por utilizar la precisa y omnicomprensiva terminología francesa que expresa lo que el territorio no puede lograr.
Puedes sentir el peso de la historia a cada paso. En las ruinas de los asentamientos castreños, en los restos romanos y medievales, en las murallas fortificadas de los pueblos, en las casas señoriales o en los edificios que quedaron de la emigración de la última mitad del siglo XX, que son un documento para el futuro, con muchos ángulos desde los que analizarlo.
Durante mucho tiempo, la pesca en los caladeros ancestrales, el contrabando, las relaciones fronterizas, la emigración, la agricultura y el vino fueron los elementos que definieron el carácter de los habitantes de esta zona.
Hoy es otro tiempo y el viñedo reina. Es lo que da a este territorio su sentido existencial. Aquí siempre ha habido vino, para consumo propio, como negocio en sí mismo o para complementar otras actividades. Pero poco a poco, la variedad de uva blanca Alvarinho ha ganado en importancia y músculo económico. Y se ha convertido en un ingrediente de la producción cultural, un eje social, una pasión.
La viticultura es en gran medida un asunto familiar, visible en la miríada de pequeños productores que suministran uvas a las fincas y denominaciones que las venden.
Y si en la región empiezan a surgir actores importantes en la escena vinícola nacional, no parece que sea para desvirtuar estos intrincados vínculos, sino más bien para reforzarlos. Sin ellos, el Alvarinho de Monção y Melgaço perdería su alma, su personalidad diferenciada y el valor añadido que puede elevarlo al Olimpo del vino.
