Las Perqueras del río Miño son un tesoro precioso, por su ingenio, antigüedad y el apoyo a la supervivencia que han representado durante siglos. Entre Monção y Melgaço, en un tramo de 37 kilómetros donde las aguas son más salvajes, hay unos 900 caladeros. De ellos, unos 250 siguen activos.
Los primeros registros escritos de su existencia datan de 1071. Es decir, hace mucho tiempo. Sin embargo, incluso sin registros escritos que lo atestigüen, hay varias teorías que sostienen que pudieron ser los romanos quienes construyeron las primeras, debido a sus avanzados conocimientos de ingeniería.
Y para corroborarlo, hay pruebas de que las lampreas, el recurso pesquero más codiciado del río, se enviaban vivas a Roma, transportadas en carros en grandes vasijas de barro.
Más tarde, los monasterios fueron los principales promotores de estos edificios para garantizar su alimentación, sobre todo durante la Cuaresma.
Hoy persisten principalmente gracias a la lamprea, que parece ser cada vez más escasa. La propiedad de las pesqueras es un sistema relativamente complejo pero funcional. La mayoría tienen varios propietarios. Uno de ellos se denomina "Patrão da Pesquera". Y la pesca se organiza mediante un turno que dicta los días de pesca de cada uno.
Se trata de un patrimonio fascinante que merece ser conservado, valorado y descubierto